Que gracioso es que durante
una plática cualquiera, me acuerde de ti.
Hace algunos días una persona muy
cercana a mí, mencionó las despedidas en
las centrales de autobuses, y no pude hacer otra cosa más que acordarme de
nosotros, cuando empezaste a viajar y las despedidas eran algo de cada semana,
despedidas que después se fueron haciendo más largas las semanas, y más cortos
los días que estábamos juntos.
Lo que más recordé fue aquel 12
de junio, había sido una semana maravillosa, entonces yo
tenía que regresar, pero esa vez, por primera ocasión empaqué las
sandalias de baño, la plancha del cabello y mis objetos personales, fue algo
extraño, pero no me detuve, creo que cuando lo estaba haciendo no me percataba
de la situación.
Recuerdo que salimos rumbo al
aeropuerto y antes de salir de casa, dejé mi llave en la mesa de la cocina,
junto a la carta que te había escrito una hora antes, para mí ya estaba
decidido, era la última vez que yo
regresaría a “nuestra casa” llegamos con tiempo al aeropuerto, documentamos mi
equipaje y nos sentamos a esperar que anunciaran mi ida, el final, el vuelo sin
regreso; fue la primera vez en 5 años que te importó que era lo que estaba
leyendo, me preguntaste por el libro que tenía en mi bolsa, empezaste a
platicar de muchas cosas, del trabajo, los amigos, de nosotros, en eso
anunciaron la sala, me levanté para empezar a preparar mis cosas e ir a la sala
en que tenía que abordar.
Recuerdo perfectamente que pasó
después, me tomaste de las manos, y me dijiste esas palabras que había esperado
escuchar por tantos años y que en ese entonces si hubiera hecho caso -Quédate, por favor, quédate, después
instintivamente me abrazaste, y quitaste mi bolso de mis manos, tratando de
hacer un movimiento rumbo al estacionamiento, en ese momento dije -no, no puedo quedarme, te congelaste, me miraste y solo alcanzaste a
decir -¿Por qué? Nos abrazamos muy fuerte, empezamos a llorar
sabiendo que esa era nuestra despedida,
una despedida que llevábamos retrasando hacía mucho tiempo, recuerdo que no te
había visto llorar y ese día lloramos los dos, por todo aquello que nos
habíamos prometido y no habíamos cumplido, por aquellas pequeñas cosas que
habíamos vivido juntos, que no valoramos
y que ya nunca más volveríamos a vivir juntos, recuerdo que me susurraste al
oído -Chaparra, no te vayas…
Fue tan difícil para mí separarme
y caminar hacia el avión que iba a abordar, no solo porque dejaba a mi gran amor, además sabía que no iba a encontrar a
alguien que me entendiera como tú, alguien que con solo mirarme pudiera saber
que había tenido un mal día y necesitaba un helado de chocolate, ese que
siempre tenías en el refri para mis malos ratos.
Subí al avión, tome mi asiento,
lo único que pude, lloré la hora y media
que dura el viaje, cuando aterrice, supe que mi gran amor se había quedado a
mil kilómetros lejos de mí.
Pero también entendí que era el
momento adecuado para empezar una nueva vida, así que limpié mis lágrimas, me
maquille los ojos y camine hacia afuera del aeropuerto con la convicción de que
la vida me tenía preparada una sorpresa…
la entrada que acabas de leer fue escrita de forma anónima, el dueño del blog solo se encarga de editar, gracias por sus comentarios. la autora los leerá todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario