lunes, 10 de noviembre de 2014

DESPEDIDAS


Que gracioso es que durante una plática cualquiera, me acuerde de ti.

Hace algunos días una persona muy cercana a mí, mencionó  las despedidas en las centrales de autobuses, y no pude hacer otra cosa más que acordarme de nosotros, cuando empezaste a viajar y las despedidas eran algo de cada semana, despedidas que después se fueron haciendo más largas las semanas, y más cortos los días que estábamos juntos.

Lo que más recordé fue aquel 12 de junio, había sido una semana maravillosa,  entonces yo  tenía que regresar, pero esa vez, por primera ocasión empaqué las sandalias de baño, la plancha del cabello y mis objetos personales, fue algo extraño, pero no me detuve, creo que cuando lo estaba haciendo no me percataba de la situación.

Recuerdo que salimos rumbo al aeropuerto y antes de salir de casa, dejé mi llave en la mesa de la cocina, junto a la carta que te había escrito una hora antes, para mí ya estaba decidido, era la última vez  que yo regresaría a “nuestra casa” llegamos con tiempo al aeropuerto, documentamos mi equipaje y nos sentamos a esperar que anunciaran mi ida, el final, el vuelo sin regreso; fue la primera vez en 5 años que te importó que era lo que estaba leyendo, me preguntaste por el libro que tenía en mi bolsa, empezaste a platicar de muchas cosas, del trabajo, los amigos, de nosotros, en eso anunciaron la sala, me levanté para empezar a preparar mis cosas e ir a la sala en que tenía que abordar.

Recuerdo perfectamente que pasó después, me tomaste de las manos, y me dijiste esas palabras que había esperado escuchar por tantos años y que en ese entonces si hubiera hecho caso -Quédate, por favor, quédate, después instintivamente me abrazaste, y quitaste mi bolso de mis manos, tratando de hacer un movimiento rumbo al estacionamiento, en ese momento dije -no, no puedo quedarme, te  congelaste, me miraste y solo alcanzaste a decir -¿Por qué?  Nos abrazamos muy fuerte, empezamos a llorar sabiendo que esa  era nuestra despedida, una despedida que llevábamos retrasando hacía mucho tiempo, recuerdo que no te había visto llorar y ese día lloramos los dos, por todo aquello que nos habíamos prometido y no habíamos cumplido, por aquellas pequeñas cosas que habíamos vivido juntos,  que no valoramos y que ya nunca más volveríamos a vivir juntos, recuerdo que me susurraste al oído -Chaparra, no te vayas…

Fue tan difícil para mí separarme y caminar hacia el avión que iba a abordar, no solo porque dejaba a mi gran amor, además sabía que no iba a encontrar a alguien que me entendiera como tú, alguien que con solo mirarme pudiera saber que había tenido un mal día y necesitaba un helado de chocolate, ese que siempre tenías en el refri para mis malos ratos.

Subí al avión, tome mi asiento, lo único que pude,  lloré la hora y media que dura el viaje, cuando aterrice, supe que mi gran amor se había quedado a mil kilómetros lejos de mí.

Pero también entendí que era el momento adecuado para empezar una nueva vida, así que limpié mis lágrimas, me maquille los ojos y camine hacia afuera del aeropuerto con la convicción de que la vida me tenía preparada una sorpresa…



la entrada que acabas de leer fue escrita de forma anónima, el dueño del blog solo se encarga de editar, gracias por sus comentarios. la autora los leerá todos.